Y aún sigo en ese duelo. Intentando superar a una persona que no es consciente de mis intenciones. O lo intentaba. Un día decidí rendirme. Admitía mi derrota. Me hacía a un lado para que esa persona pudiera dar lo mejor de sí sin nadie que se lo impidiese. Si no puedes ser el mejor, ¿por qué no animar al otro a que de lo mejor de si?
Y lo pensé, pensé que sería mejor que dejará que mi adversario fuera útil haciendo lo que mejor se le daba.
Pero una pregunta se formó en mi cabeza, ¿por qué competía? Todos somos buenos en algo, pero no tenemos que ser los mejores en ese algo. Siempre habrá alguien que te supere y alguien al que superes. La única persona con la que deberías competir es contigo mismo. Competir por superarte y ser mejor. Ese es el verdadero reto.